En 1864 se publicaba Viaje al centro de la Tierra, uno de los libros más populares de Julio Verne. Narra la odisea del profesor Lindenbrock, que penetra en las entrañas del planeta a través del Snæfells, un volcán que corona una retirada península islandesa. Verne no la pisó, pero la describe con bastante tino. Es uno de los rincones más espectaculares de una isla de por sí extraordinaria. Muchos creen que el glaciar en el que se encuentra desprende una energía especial. Otros, que allí aterrizará una nave con extraterrestres. Por ahora, nadie los ha visto.

Cuando ven algún coche acercarse a su casa, Sarah y Jakob, de siete y cinco años, levantan sus cabezas rubias como pollitos. ¿Cómo serán estos turistas? ¿Habrá niños a bordo? Los dos hermanos viven con sus padres en una casa de madera con el techo cubierto de hierba y musgo. El musgo, de un verde casi fosforescente, crece incontrolable por todas partes en este rincón de Islandia, Snæfellsnes, una alargada Península que se adentra 90 kilómetros en el mar y en la que viven menos de 4.000 personas. Hace unos años, sus padres reconvirtieron su granja en alojamiento turístico (www.gistihof.is). De un lado está el mar; del otro, las montañas. Los únicos signos de vida son las gaviotas y alguna que otra oveja. Un día a la semana los niños van a un colegio con 20 alumnos. Para hacer la compra hay que conducir durante 45 minutos. La ida, hay niebla y llueve. Laila, la madre de los niños, está contenta. Su alergia al musgo la dejará respirar tranquila un par de días. Los turistas recién llegados lo están menos. Dejan las maletas en su cabaña, sueltan un grito de emoción cuando ven el jacuzzi del porche y ponen la página 131 del teletexto, con la previsión meteorológica en inglés. Miran por la ventana. Snæfellsjökull, el glaciar que han venido a ver, el protagonista de esta apartada Península, no aparece por ninguna parte. Y, sin embargo, está ahí enfrente...
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Info: ElPais

Cuando ven algún coche acercarse a su casa, Sarah y Jakob, de siete y cinco años, levantan sus cabezas rubias como pollitos. ¿Cómo serán estos turistas? ¿Habrá niños a bordo? Los dos hermanos viven con sus padres en una casa de madera con el techo cubierto de hierba y musgo. El musgo, de un verde casi fosforescente, crece incontrolable por todas partes en este rincón de Islandia, Snæfellsnes, una alargada Península que se adentra 90 kilómetros en el mar y en la que viven menos de 4.000 personas. Hace unos años, sus padres reconvirtieron su granja en alojamiento turístico (www.gistihof.is). De un lado está el mar; del otro, las montañas. Los únicos signos de vida son las gaviotas y alguna que otra oveja. Un día a la semana los niños van a un colegio con 20 alumnos. Para hacer la compra hay que conducir durante 45 minutos. La ida, hay niebla y llueve. Laila, la madre de los niños, está contenta. Su alergia al musgo la dejará respirar tranquila un par de días. Los turistas recién llegados lo están menos. Dejan las maletas en su cabaña, sueltan un grito de emoción cuando ven el jacuzzi del porche y ponen la página 131 del teletexto, con la previsión meteorológica en inglés. Miran por la ventana. Snæfellsjökull, el glaciar que han venido a ver, el protagonista de esta apartada Península, no aparece por ninguna parte. Y, sin embargo, está ahí enfrente...
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I truly appreciate it.
ResponderEliminarGracias por la información que nos das de primera mano sobre Islandia.
ResponderEliminarUn saludo.