La excepcionalidad acompaña al genial Bobby Fischer incluso después de muerto. El ex campeón mundial de ajedrez, fallecido hace dos años a causa de una enfermedad renal, fue en su día genio rebelde, elevado a la categoría de máximo talento de los tableros, principal figura deportiva de la Guerra Fría USA-URSS, disidente de los Estados Unidos, que cursó una orden de busca y captura internacional contra él, refugiado político en Islandia, y un excéntrico ermitaño que vivió los 30 últimos años de su vida renegando del deporte que le dio fama universal. Ahora, desde su tumba en Islandia, se verá forzado a realizar su último movimiento por orden del Tribunal Supremo de Islandia, el país que le dio asilo en el tramo final de su azarosa vida. Dicho Tribunal acaba de autorizar la exhumación de los restos mortales de Fischer, en respuesta a la petición de la madre de una niña de nueve años, Jinky Young, que según la demandante es la hija no reconocida del ex campeón mundial. El cadáver de Fis...