El fundador de WikiLeaks, Julian Assange, que ha pasado a la clandestinidad, temeroso de una inminente detención por las autoridades de EE.UU., sigue encontrando en Islandia el apoyo legal y político que en el resto del mundo es silencio o trabas. La diputada islandesa Birgitta Jonsdottir, principal promotora de haber convertido a su país en un refugio para la libertad de expresión y quizá para WikiLeaks, ha informado, en la medida de lo posible, de las últimas andanzas de un hombre dispuesto a jugársela como cuando desveló pruebas de los abusos en Guantánamo, los asesinatos extrajudiciales en Kenya y la corrupción o las operaciones poco éticas de la banca suiza en los paraísos fiscales o más recientemente el video con imágenes de la matanza, convertida en burla cruel por los que disparaban, de más de once civiles entre ellos el fotógrafo de Reuters, Namir Noor-Eldeen y su conductor Saeed Chmagh. “Ellos –la inteligencia de EE.UU– han estado tratando de apoderarse de él”, dijo Bir...
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