Desde hoy hasta el viernes, la ciudad marroquí de Agadir (nombre inolvidable para los españoles de más de 50 años) será el escenario en el que una serie de personajes representativos de los intereses económicos de países muy concretos se sentarán para defender lo que sólo admiten como válido Noruega, Japón, Islandia y algún inquietante representante de una mínima parte de la sociedad chilena: la reapertura, 25 años después de ser aprobada una moratoria que permitió recuperar mínimamente su bien organizada vida, de la caza inmisericorde de ballenas. Así, porque sí, porque lo que realmente importa es lo que opina el chileno que preside la Comisión Ballenera Internacional (CBI), bien aleccionado por Japón, Noruega e Islandia, cazadores extremos de grandes cetáceos no para investigar -como eufemísticamente denominan ellos a lo que no es otra cosa que matar- sino para vender y/o consumir. Porque Islandia, Japón y Noruega comercializan la carne de ballena y obtienen pingües beneficios con su...
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