Xavier Moret Islandia, definitivamente, ya no es lo que era. No hace tantos años, cuando aterrizabas en el aeropuerto de Keflavik, tenías la sensación de estar llegando a un lugar límite, casi descolgado del mapa, con desolados campos de lava, enormes glaciares, volcanes que eran la puerta de entrada al centro de la tierra, lagunas encantadas y un clima de mil demonios. "Si no te gusta el tiempo que hace", solían decirte los islandeses, "espera cinco minutos". Y tenían razón: pocos países podían presumir de tener un muestrario de las cuatro estaciones en un mismo día. El problema es que cuando ya me había acostumbrado al helado viento del norte, a las ráfagas de lluvia lateral, a los continuos cambios de luz y al estallido de tormentas, ahora luce el sol cada día y, como dice una amiga islandesa, "parece que nos estamos convirtiendo en una isla tropical". Dicen los expertos que esta alteración es, como casi todo, consecuencia del cambio climático, pero yo,...
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