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Fin del cuento de hadas en Islandia

Cómo un país dedicado a la pesca se transformó en un centro financiero y, ahora, es un epicentro de la crisis

THINGEYRI, Islandia¿Kristjan Davidsson empezó a trabajar como marinero de cubierta a los 16 años. Cuando estaba en la escuela de pesca, aspiraba a llegar a capitán. Durante dos décadas, vendió pescado y equipamiento para procesarlo.

Al igual que su padre, y prácticamente todo el mundo en su pueblo remoto, debía su sustento a la pesca.

En 2001, Davidsson se aburrió y comenzó a trabajar en uno de los bancos de Islandia recientemente privatizados. Se hizo rico. Ahora, afirma, todo indica que volverá a la pesca. Tal vez su historia sirva para ilustrar el destino de su país.

El martes, el gobierno de Islandia se hizo cargo de Glitnir Bank hf, el empleador de Davidsson, una de las víctimas de la crisis financiera global. El miércoles, Davidsson fue a la oficina para una reunión de emergencia. El síndico de Glitnir, nombrado por el gobierno, se dirigió a las tropas. "El mensaje básico que escuché fue: 'busquen otro empleo'", cuenta Davidsson.

La pesca fue el sostén de la escarpada y remota isla de Islandia durante siglos. Pero hace poco más de cinco años, sus habitantes descubrieron que podían acumular grandes fortunas en el mundo de las finanzas.

Emprendieron el nuevo negocio con todo el entusiasmo y la temeridad de su pasado marino, prestando en el extranjero con fervor especulativo. Pronto, los bancos crecieron hasta alcanzar un tamaño exorbitante para una economía de unas 300.000 personas.

En unos pocos años, los tres grandes bancos islandeses ¿Kaupthing Bank hf, Landsbanki Islands hf y Glitnir¿ se volvieron fuertemente apalancados, como otros bancos que ahora están en problemas.

Los activos de los bancos llegaron a los 100.000 millones de euros, unas 10 veces el Producto Interno Bruto del país el año pasado, y el número de depositantes extranjeros ha superado con holgura a los habitantes de la isla.

Hoy, los enormes bancos de Islandia están en la ruina. En el lapso de unos pocos días, el gobierno tomó el control de casi todo el sistema bancario. El banco más grande, Kaupthing Bank, fue confiscado el jueves, y las operaciones en la bolsa de valores fueron suspendidas hasta ayer lunes. La corona islandesa dejó de funcionar como una moneda fuera de Islandia.

La inflación y los pagos de deuda se han disparado y el comercio se ha visto afectado en un país que tiene una fuerte dependencia
de las importaciones. El Reino Unido y Holanda han presentado demandas por depósitos que fueron congelados, propiedad de sus ciudadanos, mientras el gobierno intenta conseguir más préstamos extranjeros para ayudar a evitar la bancarrota del país.
En una señal alentadora, Japón anunció el fin de semana su disposición a ayudar a los países con problemas.

Davidsson, de 47 años, aún no sabe a ciencia cierta cuál será su futuro. Pero está convencido de algo: "Para mí será la industria de la pesca".

Su padre, David Kristjansson, nació en 1930 en una granja cerca
de Thingeyri, un pueblo de 300 personas en el noroeste del país.
A los 17, comenzó a pescar. Comenzó como marinero. Tenía facilidad para las labores mecánicas, así que a menudo era asignado a trabajar en la sala de motores. Era un trabajo duro, pero los peces estaban ahí y se ganaba buen dinero. Kristjansson pagó la casa en la que vive en sólo tres años. "Muy diferente
a lo que hace la gente ahora", recuerda.

En 2001, el hijo de Kristjansson, Davidsson, buscó una nueva vocación.

Se estaban privatizando los bancos y el que se convertiría en Glitnir buscaba expertos en pesca para ayudarlo a expandirse y cerrar negocios alrededor del mundo.

Davidsson se unió a ellos.

En tanto, restaurantes elegantes llenaron el centro de Reykjavik, la capital y nuevo centro financiero. La principal calle comercial
se llenó de boutiques caras que vendían diseños de última moda y artículos de lujo. La corona era fuerte, lo que desalentó las exportaciones ¿la pesca es la más importante¿ e infló el déficit
comercial, un signo preocupante.

A los islandeses no les importó mucho. Para su sorpresa, se hicieron muy ricos, algunos de los más adinerados del planeta. Muchos se hicieron millonarios; un puñado, amasó miles de millones.

El estándar de vida era alto y los artículos de lujo extranjeros se podían importar a bajos precios.

Los bancos se endeudaban a tasas bajas en cualquier parte del mundo y luego prestaban ese dinero a empresas y empresarios donde más les conviniera. Luego llegó la crisis de crédito. A mediados de año, nadie quería prestar más dinero, menos a los bancos islandeses. ¿Qué podría hacer la diminuta Islandia, con 2.000 millones de euros en reservas extranjeras, si sus bancos con activos por 100.000 millones de euros se metían en problemas?

La corona cayó más de 40% contra el euro este año. Prácticamente todo menos el pescado es importado, así que el derrumbe de la moneda hizo que los precios de los autos, los alimentos y los muebles se dispararan.

La mayoría de los préstamos están indexados a la inflación o en moneda extranjera, lo que quiere decir que los pagos suben al ritmo del alza en los precios o la caída de la corona islándica.

Hoy, ambas situaciones son calamidades. En un mensaje enviado la semana pasada, el primer ministro islandés dijo que "el cuento de hadas" de los bancos había terminado. "En el fondo, la mayoría de la gente sabía que (esto) terminaría en un desastre", asegura Kristjansson. Su hijo afirma: "Disfrutamos de una fiesta a todo trapo.

No me digan que no debíamos esperar algún tipo de resaca".

Info: Charles Forelle - Portafolio

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