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La vida de Willy

El brillo de las lentejuelas de Hollywood a menudo enmascara historias desgraciadas, una maldición de la que ni siquiera los animales escapan. En 1993, la producción de Warner Bros Liberad a Willy recaudó más de 100 millones de euros con la lacrimógena trama de un niño desarraigado que encontraba a su mejor amigo en una orca prisionera, a la que finalmente liberaba para alejarla de las manos codiciosas de sus captores.

La película inspiró un movimiento popular para convertir la ficción en realidad y liberar a Keiko, el cetáceo devenido en actor que malvivía en un parque mexicano. Algunos patrocinadores y miles de pequeñas donaciones de huchas infantiles restauraron la libertad perdida de Keiko, que siempre conservó los lazos con sus amigos humanos hasta que una neumonía se lo llevó de este mundo a la edad de 27 años, el 12 de diciembre de 2003, mientras disfrutaba desu ansiada libertad.

Condolencias de todos los rincones del mundo llegaron a la web de la Fundación Free Willy Keiko, promotora de la operación, que subrayaba cómo el éxito de la reintroducción había "probado que los negacionistas se equivocaban". El oceanógrafo Jean-Michel Cousteau glosaba a Keiko nada menos que como "un líder amado" y "un maestro". La ballena recibió sepultura terrestre bajo suelo noruego con pompa y ceremonia. En el Acuario de Oregón donde Keiko reposó los dos años anteriores a su liberación, un capellán veterinario celebró un servicio memorial ante 700 pares de ojos acuosos: "Keiko no era como nosotros, pero era uno de nosotros..."

La cara oscura

Hasta ahí, la versión oficial. Pero detrás de las cámaras, la realidad es otra. Durante años se debatió si fue acertado liberar a un animal que había vivido casi toda su existencia en cautividad y que, en contra de las edulcoradas crónicas del momento, nunca se adaptó a su mundo de origen ni superó su dependencia de los humanos. Ahora, un estudio en Marine Mammal Science clava la tapa del ataúd de Willy: "La liberación de Keiko a la naturaleza no fue un éxito", dice el trabajo que dirige Malene Simon, del Instituto de Recursos Naturales de Groenlandia.

Por fin, se le acomodó en un recinto abierto en un fiordo, que abandonaba ocasionalmente, pero a la hora de morir buscó la compañía de los suyos, los Homo Sapiens

El estudio resume la desdichada biografía de Keiko. Capturado a la edad de dos años cerca de Islandia, viajó de aquel país a Canadá para cumplir condena de 11 años en su reducida prisión de cemento en México. Su debut en el cine y el clamor del público lo llevaron a Oregón y por fin a Islandia, donde su liberación, juzgan los autores según criterios científicos, fue un fracaso: no se alimentaba, no se integraba con sus congéneres y seguía a los barcos como un perrito fiel.

Emigró, posiblemente en solitario, hasta Noruega, para recalar en una localidad costera donde los niños escandinavos lo adoptaron como mascota. Por fin se le acomodó en un recinto abierto en un fiordo, que abandonaba ocasionalmente, pero a la hora de morir regresó buscando la compañía de los suyos, los Homo sapiens. Simon explica a Público que en cualquier caso "era necesario sacarlo de aquel reducido tanque en México, de lo contrario habría muerto antes". "Aprendimos mucho del proceso de liberación", agrega. Pero su veredicto es tajante: "Keiko no quiso ser libre".

Los visitantes pasan por caja

Durante estos años, Keiko no ha dejado de generar inmensas cantidades de dinero. Dos millones y medio de visitantes pasaron por caja en el acuario de Oregón. Sus escenas descartadas se estiraron para dos secuelas más en la pantalla. Una empresa de transportes lució sus emblemas durante el aparatoso transporte aéreo a Europa. La operación orquestada por la Fundación Free Willy Keiko consumió 15 millones de euros. Hoy, esta entidad sigue recaudando donaciones en su web con el borroso fin de "mantener el legado de Keiko". La cuarta entrega de la saga Willy se anuncia para el próximo año.

El rentable circo organizado en torno a la ballena que nunca debió ser capturada, pero que tampoco quiso la libertad, se resume en las palabras del capellán veterinario de Oregón, Thomas Chatterton: "¿Por qué deberíamos preocuparnos tanto por un pez en tiempos de pobreza y niños sin hogar? Porque se granjeó el cariño de millones". ¿Pez? ¿Veterinario?

Info: Público.es - Ciencias

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