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Reykjavík II

Fría, legendaria y volcánica, Islandia es un país moderno y avanzado pero que presume de la conservación de su espíritu vikingo y de un entorno natural y espectacular que mantiene casi intacto su aspecto primitivo.

La mitad de la población de Islandia vive en Reykjavík y sus ciudades colindantes, ubicadas en el suroeste. El interior de la isla, de un tamaño similar al de Andalucía, está deshabitado y son las costas las que aglutinan la mayor parte de núcleos de población.

EL VIAJERO recomienda diez actividades imprescindibles para enamorarse de Reykjavík e Islandia.

1. Aguas termales: Aunque la idea de llevar bañador a un país de gélidas connotaciones como Islandia puede sonar peregrina, en Reykjavík es tan necesario como la bufanda, incluso en pleno invierno. Sólo en la capital hay 126 piscinas públicas, cifra que no está nada mal para un país de 300.000 habitantes.

En verano, rara vez se alcanzan los 20 grados centígrados y, durante el invierno, la temperatura media en Reykjavík es de cero grados. En esta época, conviene tener cuidado al salir del agua caliente.

A media hora de la capital, la laguna Azul invita a flotar en sus aguas sulfurosas, una experiencia única para el cuerpo en medio del calor y el poder curativo de sus turbias piscinas.

2. El agua de Islandia no es sólo disfrute físico sino también visual. Todo el país está repleto de géiseres, cascadas, fuentes termales y otros fenómenos naturales. Fuera de Reykjavík, no es una mala opción empezar por Nesjavellir, una zona geotérmica situada en el precioso entorno del lago Þingvallavatn. En Þingvellir se encuentra el parlamento operativo más antiguo del mundo, el Alþingi del año 930. La ruta prosigue por la cascada de Gullfoss y las fuentes termales de Geysir y Strokkur, con chorros de agua caliente.

Otras espectaculares cascadas islandesas que bien merecen una visita son la de Seljalandsfoss y la de Skogafoss.

3. Islandia al volante. Pocos países se complementan tan bien con los viajes de amor por la libertad como Islandia. Las vastas extensiones del paisaje despoblado ofrecen multitud de posibilidades para los deportes de aventura y la ciudad de Reykjavík cuenta con la oferta de cualquier ciudad europea: pasear, salir de noche o hacer amigos.

Para no perderse nada, lo mejor es recurrir a un coche para moverse con absoluta autonomía. La carretera 1, de forma periférica, recorre todo el país a lo largo de 1.340 kilómetros. Apenas tiene tráfico así que, a pesar de ser la carretera principal, sólo cuenta con un carril por sentido. Fuera de la carretera 1, la mayor parte de vías son caminos con gravilla, por lo que será mejor alquilar un 4x4 y tener cuidado con los imprevistos que puedan aparecer, como por ejemplo, ríos sin puente.

4. Pero hay dos acontecimientos que superan la espectacularidad del paisaje islandés. Entre los meses de junio y julio, el Sol de Medianoche, ese sol de los países árticos y antárticos visible las 24 horas del día, es la atracción principal. En septiembre, comienza la temporada de la espectacular aurora boreal, ese precioso brillo multicolor que aparece en el cielo nocturno de los países escandinavos.

5. Dormir en granjas. Las opciones de alojamientos son muy variadas en todo el país y se ajustan a todos los gustos y presupuestos, desde los hoteles tradicionales a los hoteles de verano (internados acondicionados), pasando por hostales, granjas y cámpings.

Sin duda, lo más pintoresco es alojarse en granjas, como las de la cadena Icelandic Farm Holidays, que ofrece alojamiento y actividades en granjas situadas por todo el país.

Ver 'Vacaciones en la granja (islandesa)'

6. Comer. La oferta gastronómica islandesa es variada. Muy recomendables el pescado, el marisco, el cordero y el skyr, una especie de yogur de origen vikingo. Algo más de riesgo entraña la carne de tiburón, ya que su intenso sabor no siempre gusta. En Reykjavík destacan restaurantes como Humarhúsi y Rír frakkar, y, un poco más asequibles, Apótek y Hotel 101.

7. Ver ballenas. Islandia es uno de los mejores lugares del mundo para avistar ballenas, especialmente desde abril hasta septiembre. Desde escurridizas especies como la ballenas azul hasta las más populares como la jorobada. Además, la ballena Minke, la marsopa y el delfín blanco suelen acercarse a las costas islandesas.

8. El Reykjavík cultural. La capital islandesa acoge el Museo Nacional, lleno de reliquias del pasado, y la Casa de la Cultura, que contiene piezas como el Edda Menor de Snorri Sturluson, un manual de poética islandés cargado de historias mitológicas, o la Saga de Egill, una de las obras maestras de la narrativa escandinava medieval, escrita en prosa, y cuyo protagonista es el escaldo Egil.

Para aprender un poco más sobre la isla, en Bogarnes, a 74 kilómetros de la capital, el Centro de los Asentamientos recrea las condiciones en las que tuvieron que sobrevivir los primeros pobladores de la isla.

9. De compras. Aparte de los mercados de pescado y marisco, imprescindibles en un país que mira tanto al mar, Reykjavík ofrece multitud de lugares donde el visitante podrá disfrutar de sus compras. Una buena idea es acudir a Handverk Og Honnun para adquirir cerámica, vidrio y otras piezas de diseño islandés (12 Adalstraeti; www.handverkoghonnun.is). Para los que prefieran las joyas de diseñadores islandeses, la opción es dejarse caer por Gullsmidja Ola en el Centro Comercial de Smáralind (1 Hagasmári; www.smaralind.is).

10. El Reykjavík más moderno. El barrio más de moda es el pequeño Distrito 101 -llamado así por su código postal- y su momento de auge es el viernes por la noche, cuando las calles de esta céntrica zona de unas 20 manzanas están abarrotadas. Tiendas, restaurantes, bares, teatros, galerías, ... Todos esos locales tienen hueco en el 101. Y la noche se hace especialmente joven y larga cuando la luz del sol no se apaga.

Info: El Pais - El Viajero

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