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La crisis deshace un país perfecto

Es Navidad en ReikJavik, y Eva Hauksdottir encabeza una banda de 60 manifestantes que se hacen oír con silbatos, golpeando sartenes y gritando.

Paguen sus propias deudas, voceaban mientras visitaban una sucursal bancaria tras otra en la capital de Islandia. No hagan que paguen los niños.

Cuando no lidera uno de los actos de protesta casi diarios en esta tierra devastada por la crisis financiera mundial, Hauksdottir vende amuletos hechos con garras de perdiz nival, un pájaro local, y muñecos de vudú con forma de banqueros. Hauksdottir prevé que perderá su casa, que ahora vale menos que cuando la compró hace dos años, después de que la cantidad que debe se disparó más de 20 por ciento.

El malestar producido por la terminación de una bonanza económica de cinco años eclipsa las fiestas en el país de 320,000 habitantes cercano al Círculo Artico, de un folklore habitado de magia, elfos y duendes nórdicos. La expansión concluyó con el colapso del mercado de hipotecas subprime o de alto riesgo de Estados Unidos. El efecto en Islandia puede preanunciar descalabros cívicos en otras partes, según se multiplican los despidos y vencen las cuentas de crédito. Pocos países pueden considerarse seguros, dice Ian Bremmer, director general de Eurasia Group, una firma de Nueva York que analiza el riesgo político para las empresas.

Conforme cambian radicalmente las expectativas de la gente, pueden surgir protestas de la nada incluso en países desarrollados, dijo Bremmer.

Hauksdottir, la dueña del negocio de artículos de brujería de Reikiavik, dice, mientras bebe un té de tomillo y enebro que sólo la desobediencia cívica puede obligar a los bancos a dejar de cobrar deudas que la gente no puede pagar.

Usaremos nuestras voces, y luego, si lo tenemos que hacer, usaremos nuestras manos, y quizás hachas, dice Hauksdottir.

En la sala de conciertos a medio construir de Reikiavik, un símbolo de los buenos tiempos que se asoma desde el puerto hacia el Polo Norte, el centro para visitantes está cerrado. El dueño mayoritario, Landsbanki Islands hf, quebró en octubre. El director de mercadeo, Thorhallur Vilhjalmsson, dice que está sobreviviendo con la compensación por despido.

Islandia ahora mismo es como Chernobil tras la explosión, dice Vilhjalmsson. Parece normal, pero hay radiación.

La inflación subió a 18.1% este mes, y el FMI prevé que la economía de Islandia se contraerá 9.6% el año próximo. La entidad prestamista mundial de último recurso, con sede en Washington, armó un paquete de rescate para el país de un valor de hasta $5,300 millones.

Algunos islandeses dicen que el dinero fácil del decenio pasado socavó las tradiciones de la isla. Un granjero en la novela Gente independiente, de 1934, de Halldor Laxness, el único islandés premio Nobel, prefería estar libre de deudas a cualquier comodidad material. Su consigna era: No le debo un penique a nadie.

Info: El nuevo Herald

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