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Creían que hacían el bien a Islandia

Una población como la islandesa, que puede trazar su árbol genealógico hasta los vikingos noruegos que se asentaron en varias bahías costeras en la frontera de los siglos IX y X, es un buen banco de pruebas para la identificación de las mutaciones genéticas asociadas a las enfermedades humanas.

Kari Stefansson regresó hace algo más de diez años a Reikiavik desde la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, para fundar deCode, una empresa que ha identificado mutaciones vinculadas a varias formas de cáncer, a la arterioesclerosis o a la esquizofrenia, mediante la explotación adecuada de su base de datos sobre la población de la isla.

El precio de la acción de deCode hace tres años rondaba los ocho euros y al principio de octubre cayó a los dieciséis céntimos. Al principio, las acciones perdieron precio porque el extendido temor a una caída de la economía alejó a los capitalistas de la investigación biofarmacéutica, que es cara y con resultados inciertos.

Luego, el precio de la acción se hundió porque buena parte del dinero que deCode necesita para operar fue invertido en unos bonos, que ahora no se pueden vender, por Lehman Brothers, el banco americano que quebró en septiembre y que administraba el capital de la empresa con sede en Reikiavik.

«Nuestro problema no tiene nada que ver con lo que ha ocurrido en Islandia», dice con firmeza Steffanson. «Nosotros tenemos un problema de liquidez porque nuestro dinero fue mal invertido sin nuestro permiso. Sobre lo ocurrido en Islandia es muy difícil hablar. No podemos decir nada hasta que pase un tiempo».

Azorado y herido por el infortunio de su empresa, que busca dinero para seguir funcionando más allá del fin de año, y por el de la isla, el jefe ejecutivo de una empresa que ha creado varios tests personales para genes de enfermedad, aplaza las explicaciones pero contesta aparentemente enojado a quien le pregunta por qué prendió la euforia financiera en esta pequeña isla escandinava: «Si supiéramos el por qué, lo sabríamos todo», responde. Y, luego, añade: «Pero los que lo hicieron creían estar haciendo el bien a su país».

Más tarde, muestra ejemplares de la poesía completa de César Vallejo, habla de Pablo Neruda y de Octavio Paz, se libera de un aparente sentimiento de humillación o de vergüenza. Y se atreve a diagnosticar el futuro, confiado en que confirme su pasado. «La sociedad se va a organizar con lo que llamábamos socialismo cuando fumábamos marihuana y nos manifestábamos contra la guerra de Vietnam. Lo que queríamos era una sociedad basada en el amor hacia los otros».

Info: Hoy.es - Noticias Sociedad

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